A través de los tiempos, ministro
tras ministros plantan en su gestión lo que ellos suponen sería la
clave para las mejoras educativas, desechando las que ya estaban en marcha y sin
detenerse a evaluar la pertinencia de las nuevas como también el alcance de las
viejas. Políticas de estado van y vienen en consonancia con la educación
dominicana, cambios de modelos educativos que; se suponen, también se imponen,
que se obligan, que se manchan, se prostituyen, se violan.
Pactos educativos por aquí, por
allá, por todas partes, que se toman, que se retoman, que nunca se cumplen, que
se apagan, que se olvidan, que se suplantan, que se sepultan.
Regionales (directores) sin
regionalismos, aislados de la región, distritales sin distritos, pero sí con
oficinas en las que pocas veces se recibe a directores y maestros que buscan
resolver los problemas de educación. Técnicos sin técnicas que sugerir porque
no saben en qué fundamentarlas.
Centros educativos en condiciones para
albergar jóvenes, pero no estudiantes, los hay también sin condiciones que
aspiran a educar, a preparar para el futuro, a transformar vidas.
Directores de centros sin orquesta
y más que eso, sin tener los conocimientos mínimos para dirigir una, coordinadores
descoordinados sin las intenciones mínimas de asirse de esa tan importante labor
en los centros. Psicólogos que necesitan atención, contextualizarse, razonar,
aprender. Orientadores desorientados que olvidan que para poner un algo a funcionar,
un todo debe trabajar, profesores sin ser maestros, que no leen, que no están
formados, sin educación sin principios. Estudiantes que no estudian, que no
trabajan, que no cumplen. Familias inoperantes que no apoyan, que no forman,
que no colaboran, que no instruyen, bueno, a decir verdad, hacen muy poco por
la educación de sus hijos.
Es irónico que con todas estas
distorsiones se pretenda hablar de calidad educativa si ni siquiera poseemos
calidad moral para hacerlo…
Pero a juzgar por los hechos la
culpa es más que mía; por no alzar mi voz de protesta en contra de un
ministerio de educación que por los siglos de los siglos ha respondido sólo a
intereses políticos y partidarios de un estado que, a la vez que promueve la
educación apuesta a una sociedad chatarra, que no piense, que no analice, que
no lea, que no progrese. La culpa es más que mía, por pertenecer a un gremio
que no defiende las políticas educativas pertinentes, un gremio que se emboba
lamiendo las mieles del poder, un gremio que me vende al mejor postor, que
pacta a mi nombre con el oficialismo sin mi opinión sin consultarme.
La culpa es más que mía, por
aceptar modelos educativos impuestos por el sistema para conducirnos como
corderos al matadero, para asfixiarnos, para someternos, para callarnos, para
dominarnos. La culpa es más que mía por asistir a talleres de formación que te
deforman, que te hostigan, que te cansan, que te enseñan nada o en el mejor de
los casos, te enseñan cosas que no te sirven y jamás te servirán.
La culpa es más que mía, por no protestar en contra de los estudiantes irresponsables, irrespetuosos, sin formación, sin aspiraciones, sin modelos a seguir más que reguetoneros y políticos corruptos que se enriquecen con la miseria y la ignorancia de la población.
La culpa es más que mía por ser
parte de un centro educativo sin identidad, sin modelo, sin planes ni metas más
que las que impone el sistema, un sistema que planifica mejoras que desmejoran
el accionar educativo, que funden la voluntad, el deseo, el trabajo, que
aniquilan sueños.
La culpa es más que mía, por
permitir que un departamento de (orientación y sicología), no un orientador
maestro o un psicólogo padre o amigo de la escuela influya en los procesos
formativos de la educación. La culpa es más que mía, por someterme a modelos
educativos copiados, plagiados que sólo se enfocan en cómo se enseña sin jamás
tomar en cuenta cómo se aprende y es en esa parte donde se deberían invertir
todos los recursos de un estado, de un ministerio de educación.
La culpa es más que mía, por dejarme
convencer del cuento que un currículo por competencias en República Dominicana,
va a formar estudiantes competentes para crear, para inventar, para crecer,
para emprender, para investigar, para independizarse; esas competencias no irán
más allá de ser un potencial candidato para dejarse someter.
La culpa es más que mía, por acuñar
la efímera idea que una jornada escolar extendida en este país sería la salvación
de un sistema educativo fallido. Una jornada escolar extendida vacía, sin más
que desayuno desnutrido, comida sin otras intenciones más que favorecer al
compañero con los contratos y personas cansadas de contenidos amplios y poco
puntuales.
La culpa es más que mía, por
permitirme trabajar en aulas vacías, sin sentido común, sin ideales, sin metas.
Aulas aisladas de la sociedad, de la vida, del mundo mismo, aulas sin color,
sin sabor, sin chispas, aulas encajonadas, aulas y nada más que eso.
La culpa es más que mía, por no
comprometer, por no convencer a las familias de que juegan un papel importante
en la formación de sus hijos.
La culpa es más que mía, por votar
en un gremio por mi partido, no por un maestro, no por un dirigente, no por un
educador comprometido con la educación.
La culpa es más que mía, por no
promover propuestas de mejoras acertadas, puntuales, aterrizadas; que combatan
el problema mismo con soluciones certeras, contextualizadas, originales,
propias, nuestras.
Autor:
Un culpable
también… Kervin Vicente Morillo
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