El 25 de septiembre de 1963 se produjo en nuestro país el acto político más bochornoso que haya podido vivir la Republica Dominicana durante el siglo XX: El derrocamiento del gobierno encabezado por nuestro gran maestro, el Profesor Juan Bosch.
Toda la región latinoamericana se vio conmocionada por aquel descarado acontecimiento. Pues para los pueblos que la constituyen, tanto como para nosotros los dominicanos, el gobierno de Juan Bosch se había convertido en un símbolo de esperanza.
Tres rasgos profundamente típicos de la idealidad de nuestro gran maestro despertaron tanta simpatía interna y externa por aquel gobierno: la afirmación de la justicia, la afirmación de la libertad, y la afirmación de la igualdad. Esos tres rasgos adquirieron carácter material e institucional con la promulgación de la constitución de 1963, considerada por los más juiciosos analista de la historia como la constitución más democrática y progresista de nuestra historia y la región latinoamericana.
La afirmación de la justicia y la igualdad se expresaron en el reconocimiento del derecho del campesino a la tierra, la limitación del latifundio, el otorgamiento a los obreros del derecho a participar en los beneficios de las empresas donde trabajaban y el establecimiento del derecho a la vivienda. En cambio la afirmación de la libertad se expresó en la eliminación de cualquier prohibición que limitase el derecho de expresión y organización política y religiosa, así como en las garantías plenas de los derechos humanos.
Tres rasgos profundamente típicos de la idealidad de nuestro gran maestro despertaron tanta simpatía interna y externa por aquel gobierno: la afirmación de la justicia, la afirmación de la libertad, y la afirmación de la igualdad. Esos tres rasgos adquirieron carácter material e institucional con la promulgación de la constitución de 1963, considerada por los más juiciosos analista de la historia como la constitución más democrática y progresista de nuestra historia y la región latinoamericana.
La afirmación de la justicia y la igualdad se expresaron en el reconocimiento del derecho del campesino a la tierra, la limitación del latifundio, el otorgamiento a los obreros del derecho a participar en los beneficios de las empresas donde trabajaban y el establecimiento del derecho a la vivienda. En cambio la afirmación de la libertad se expresó en la eliminación de cualquier prohibición que limitase el derecho de expresión y organización política y religiosa, así como en las garantías plenas de los derechos humanos.
Pero si ya esas expresiones constitucionales fueron preocupantes para sectores como la iglesia, los militares, y sobre todo la oligarquía de origen latifundista, más preocupantes resultó ser la inquebrantable voluntad moral y política del Profesor Juan Bosch de no echar por tierra sus compromisos con los valores expresados en aquella constitución y asumir los riesgos que implicaría su implementación.
En efecto desde siempre Juan Bosch, fue un hombre profundamente comprometido con valores de la justicia, la libertad y la igualdad expresado en aquella constitucion. Toda su vida había luchado por ellos. El creía firmemente que la política era el esfuerzo por materializaros y no una estéril lucha por el poder. Entendía que lo que le daba sentido al ejercicio gubernamental era el esfuerzo por fundar una sociedad sobre estos valores.
Por lo tanto Juan Bosch sintió que aquel momento no era para doblegarse y claudicar a favor de la injusticia, los abusos de poder, la inmoralidad política, y la opresión social y política. “Este gobierno en ningún caso ordenará ni protegerá ni encubrirá una inmoralidad, una maldad o un crimen” dijo elocuentemente en una de sus intervenciones.
La embajada norteamericana informaba confidencialmente lo siguiente: “El gobierno de Bosch es uno de los más honrados de toda la historia del país y se puede comparar con los de América latina y los Estados Unidos”. En otro de sus informes la misma embajada sostenía “Si Juan Bosch descubre alguno que roba, o abusa de alguna u otra forma de su autoridad lo hecha casi al instante”.
Por eso, contrario los constructores de falsas historias en nuestro país, tanto de izquierda como de derecha, se debe afirmar que Juan Bosch no fue derrocado porque fuera comunista, o porque fuera torpe políticamente, o porque fuera mentalmente inflexible, o porque no entendiera la sociedad dominicana de aquel momento.
No, Juan Bosch fue derrocado porque aprobó una constitución hijas de sus ideas y compromisos con los más necesitados; pero sobre todo porque su voluntad ético-política expresó, sin ambigüedad alguna, su disposición a instaurar por primera vez en territorio dominicano el reino de la justicia, la libertad y la igualdad.
Desde siempre estas fueron sus ideas e inquietudes políticas. Desde siempre estas fueron la base de su compromiso social. Los sectores conservadores, vale decir la iglesia, la oligarquía y los militares de la vieja guardia lo sabían. Por eso se le opusieron rabiosamente durante la campaña electoral de 1962. Pero por eso también decidieron derrocarlo y posteriormente trataron de eliminarlo del escenario político.
A los 51 año de aquel derrocamiento es mucho lo que hemos ganado en libertad, pero poca cosas hemos logrado en el plano de la justicia y la igualdad. Por lo tanto, aún queda el más grande espacio para que continuemos izando la bandera del más extraordinario político del siglo XX a favor de una nación más justa y más equitativa para millones de dominicanos que todavía se levantan diariamente con la oscura luz de la desesperanza.
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